jueves, 1 de diciembre de 2011

Capítulo 13

Pasa y me tapo mi pecho con el corset. Él solo tiene que atármelo. Pasan dos minutos silenciosos, tan silenciosos como las nubes en un cielo azulado, bonito y alegre. 
-Ya está. 
-Gracias.
-Bueno te espero afuera.
-¡Espera! Em... ¿Cómo se pone el vestido? :$ Es que los vestidos estos tan lujosos no me los sé poner y no quiero romperlo...
-Te ayudaré.
Pasan tan solo unos segundos y ya ha terminado.
-Gracias por ayudarme.
-Estás preciosa Isabella. 
-Gracias. Bueno bajemos.
Bajamos al salón principal. Era maravilloso. Era una casa que siempre había deseado cuando era chiquitita. Quería ser princesa, aunque sólo fuese por unos minutos. Era un salón realmente magníficamente grande. Era de color lila claro con un rojo no demasiado fuerte. Las cortinas eran de lino, de un morado llamativo. En medio de toda la sala había una gran mesa de madera oscura, con un mantel rojo bordado. En medio de la mesa había un florero con unas rosas rojas y lirios de color lila con amarillo. Alrededor de la mesa, había unas sillas también de madera, con un cojín realmente blandísimo y cómodo de color rojo. Llegaron Shopie y Anthony y se sentaron. Yo me iba a sentar cuando de repente vino Darío, cogía mi silla y me dijo:
-Señorita, puede sentarse.
-Oh gracias Darío.
No pensaba que el fuera así. Es como un príncipe. El príncipe azul que siempre he deseado para mi cuento. Un cuento que todavía no ha empezado. Un cuento en el que todavía está en blanco y negro y solo existe soledad. Pero él, lo va pintando poco a poco de colores. Darío se sienta a mi lado. No sé que me pasa, pero desde que todos nos sentamos en la mesa a cenar, estamos nada mas, que cruzándonos miradas. Los padres empiezan a sacar conversación.
-Bueno Bella. ¿A qué curso vas?- dijo Anthony.
Retiré las manos de la mesa, ya que no me apetecía comer más, aunque la comida estaba riquísima. Pongo una mano en el asiento de la silla y respondo:
-A 4º de la E.S.O. señor.
-¡Anda! ¿Vos vais con mi hijo a la misma clase?-siguió preguntando.
De pronto, noto algo suave que me va recorriendo la mano, como un gusano de seda, incluso más suave. Cuando miro al asiento, era la mano de Darío. Me está cogiendo de la mano. Le miro a la cara y tiene una sonrisa de oreja a oreja y unos ojos tan brillantes como la luna en medio de la noche oscura y fría. 
-¡Bella! ¡Mi marido te ha hecho una pregunta!-dijo Shopie.
Pero yo en ese momento no escuchaba nada. Sólo escuchaba los gritos que me daba el Darío de su interior. Gritaba que le besara. Sus ojos... ¡Puedo leerlos! 
-Vámonos Shopie. Dejémoslos a solas. -Susurró. 
Estábamos los dos en el salón, mirándonos los dos a los ojos. Estaba nerviosa. Pero ya no. "Déjate llevar por el momento". Ese es un consejo que me dio mi abuela en su momento. Unas de sus últimas palabras que me dijo. Abuela te haré caso. Bella déjate llevar... déjate llevar... déjate llevar.... Increíble. Estoy relajada y además como si no tuviera fuerzas y me tuvieran que ayudar a recobrarlas. Darío sigue contento, con una sonrisa que me encanta, y que es mi perdición a la locura de robarle un beso. Se va acercando lentamente. Ya estamos a dos centímetros de nuestra boca. Casi rozando sus labios. Siento su respiración, cerca de la mía y como se juntan las dos. A un centímetro de su boca...



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