lunes, 5 de diciembre de 2011

Capítulo 14

A un centímetro de su boca... 
-Lo siento señoritos. ¿Han terminado de cenar?-dijo Arthur.
Vaya momento de interrumpir... Nunca tendré otra oportunidad como esta de besarle. O puedo que la tenga, pero ya será distinta. Y ya me he ilusionado y lo más seguro que estaré esperando ese beso con ansia. ¡NO! No puedo ilusionarme todavía. Tengo que ponerme una máscara para protegerme. Todavía me está mirando, y yo ya no se que decir. Estoy paralizada. Y sin embargo hay sigue Arthur esperando una respuesta. No se porque, pero me he cabreado un poco. 
-Yo por lo menos sí.-Cojo los cubiertos y los pongo encima del plato, junto con el vaso. 
-¿A dónde vas con los cubiertos?-Me dice Darío.
-Pues a llevarlos a la cocina. ¿A donde crees?
-Déjalo. De eso se ocupa Arthur.
-No. Mis padres siempre me enseñaron que debía ser siempre educada. Y recoger el plato y mis cubiertos y ahorrarle el trabajo a otra persona, es lo mínimo que puedo hacer.
-Eso que ha dicho la señorita, es cierto señorito Smith.-dijo Arthur.
-Impresionante.-Empieza ha aplaudir, se levanta de la silla y viene derecho hacia mí, que estoy parada como una pasmarota en la entrada de la cocina. Me coge del brazo y andamos hacia la cocina. Meto los platos en el fregadero y cojo el estropajo y el fairy y empiezo a fregar mis cubiertos.
-Pero... ¡Isabella! ¿Para qué están los mayordomos?
-No sé. Yo nunca he tenido de eso, ni joyas, ni animales, ni lujurias, ni esta casa. Ni siquiera he tenido, ni tengo la habitación que me habéis preparado vosotros. ¿Terciopelo? ¿Lino? Las cortinas de mi casa, son normales y corrientes. ¿Platos nuevos? No los había probado hasta ahora. Mi padre siempre hace los domingos gachas y los lunes pues lo que se pueda. No somos pobres. Pero tampoco ricos como vosotros.
Se quedó muy asombrado con lo que dije, tanto, que se arrodilló ante mí y me dijo:
-Por fin. Por fin he encontrado a la mujer perfecta para mí.
Me quise hacer la desentendida y le dije:
-Am ¿sí? ¿Quién es la afortunada?
-Una mujer especial para mí. Una mujer por la que siento algo desde hace dos días. Si muy poco tiempo. Pero yo creo en el amor a primera vista y ¿tú? 
-Yo también.-dije. Se acerca y me coge de la cintura y me apoya contra el frigorífico.
-Es que me ha enamorado por completo. Su pelo, su mirada, su belleza, y por supuesto lo que he descubierto de ella. No le importa el dinero que yo tenga. Ella es como es y punto. Pero me falta una parte que no conozco de ella...
-¿Cuál?
-Su corazón. Sus sentimientos hacia mí. Y lo quiero averiguar ahora mismo. Estaros quieta un segundo.
Ainss el beso por fin. Me muero por descubrir como saben esos labios. Se nota que es un chico bastante educado y que viene de una familia así. Mi corazón ya empieza a latir con fuerza, como si quisiera salir de mi pecho y entrar en el suyo. Estamos a la misma distancia que antes. 
-¡Haber! ¿Qué hacéis todavía aquí? A estudiar ahora mismo que para eso están los mayordomos.
¡¡ARGGGGGGGG!! Otra vez interrumpiendo. La quería haber contestado, pero por el bien de todos me callé y me subí corriendo a mi habitación. Cerré la puerta con una poca de rabia. Me tumbé en la cama con el libro de Historia.  Pufff menudo tema de los romanos y griegos y no sé qué... De tan solo pensarlo me aburro. De pronto tocan a la puerta de la habitación, de una forma suave. 
-¿Se puede?-dijo Darío.
-Si.
-Vengo a estudiar contigo. Me es más fácil aprenderme algo, con compañía.
-Vale. jeje
-¿Te pasa algo?
-No nada...
-Cuenta...







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