miércoles, 29 de febrero de 2012

Capítulo 17

-Puede que haya una habitación oculta por algún sitio.-pensé.
Lo que si me resultaba raro era aquella alfombra. ¿Por qué los demás pasillos, no tenían alfombra? Los demás pasillos tenían más importancia, al tener más habitaciones, y no tenían tanta lujuria, ni tanto adornado. ¿Por qué este sí? Tan solo tiene dos habitaciones. Además Darío no me había enseñado este pasillo. 
-Algo pasa aquí. Algo que no me gusta nada. Esta casa y esta familia, tienen un misterio, que estoy dispuesta a averiguar.-me dije a mí misma.
Por un momento sin pensar, cogí la alfombra roja y la fui enrollando. No sé porqué lo hice, pero encontré algo muy curioso. Una trampilla. Estuve dispuesta a abrirla, cuando hoy unos pasos por la escalera. Volví a poner la alfombra en su sitio rápidamente, e intenté salir de ese pasillo, lo antes posible. Salí de él y fui a la cocina, e hice como que habría el frigorífico. 
-¿Qué hacéis levantada a estas horas, niña bonita?-dijo Darío.
-Es que no podía dormir y tenía hambre. 
Creo que no ha colado. Mantiene una mirada fría y escalofriante en mis ojos. Mis ojos me delatan. 
-¿Estás segura? Juraría que tus ojos no dicen lo mismo. Has ido a averiguar de donde procedía esas melodías de piano.
-Emm... yo... esto...
-Tranquila. Yo también tengo la curiosidad sobre ese misterio. Hace unos años, me desperté sobre estas horas, y oí tocar el piano y bajé a averiguar. Me descubrió mi madre, y me pegó una bofetada y me hizo prometer que no volvería a ir a averiguar. Al día siguiente de que eso sucediera, les pregunté a mis padres y hacían como que no sabían nada. Desde aquel momento no volví a oír tocar, hasta este día. Esas melodías son preciosas. Siempre suenan esas dos. Una la conozco, pero la otra no la he escuchado nunca. La que conozco, la solía tocar mi hermana.
-La que conoces, me la solían cantar mis abuelos, cuando era pequeña. La otra canción nos la inventamos mi abuela y yo.
-¿Piensas que...?
-No. No puede ser ella ya que murió hace unos 2 años.
-Pero si os la inventasteis con ella... ¿Cómo puede ser?
-No lo sé. Juraría que solo sabemos la existencia de esa canción ella y yo. Un día ella, estaba sentada en el piano. Yo pasé y me siempre me quedaba embobada, viéndola tocar. Me agarró por la cintura y me sentó en sus piernas y empezamos a componer nuestra canción en notas. Antes de morir, quiso que metiera la partitura de esa melodía, en su ataúd. La única partitura que había.
-Lo siento mucho. Pero... ¿entonces quién la toca? ¿Quién toca el piano? ¿Hay un piano ahí abajo? Y si era la única partitura, y está bajo tierra ahora mismo... ¿Quién tiene esa partitura? ¿Cómo la ha conseguido? 
-Pues no lo sé, pero habrá que averiguarlo, porque la única que sabe tocar esa melodía, soy yo. 
-Pero si no tienes la partitura.
-Me la sé de memoria.
-Me la tienes que tocar algún día ¿no?-dijo con una sonrisa tan brillante como sus ojos.-Son las 3 y media y nos tenemos que levantar a las siete. Vamos a la cama a descansar, anda. Subimos y nos acostamos mirándonos el uno al otro. Me dio un beso tierno, en los labios y cerramos los dos los ojos.

martes, 31 de enero de 2012

Capítulo 16

Se aparta, después de besarme un rato y me dice:
-Vamos a dormir, que mañana tenemos exámenes y es muy tarde.
La verdad es que lo prefería. No estoy preparada para eso y menos cuando le conozco desde hace días. Me levanto, deshace la cama y me invita a meterme entre las sábanas. Me arropa y me da un beso en la frente.
-Que sueñes con los angelitos.-me dijo. ¿Se va? Quiero que se quede pero...
-¿Te vas?
-Sí. Esta es tu habitación y yo aquí no pinto nada. 
-Quédate.-¿Porqué acabo de decir eso? ¡No quería decirlo! Ni siquiera lo he pensado... Ha hablado mi corazón. 
-¿Quieres que me quede?- se ha quedado parado en la puerta durante un par de minutos, y luego ha venido hacia la cama y se ha metido. Me agarra de la cintura y cierra los ojos. Pasan segundos, minutos, horas,... y yo no puedo dormir. Miro el despertador y son las dos y media de la madrugada. Mañana tengo examen de Historia, en la cual no he estudiado nada, y me quedaré dormida en clase. De repente oigo que Darío dice en voz muy baja y risueña: "Isabella quédate aquí conmigo para siempre, y te enseñaré el cuarto de los secretos de la felicidad. Y tú, madre, no te entrometas entre nosotros." 
En unos segundos, hubo un completamente silencio que llegaba al alma, como notas sonoras. Sí, notas sonoras, pero de un piano. Estaban tocando una preciosa canción, que mis abuelos me solían cantar cuando era muy chiquitilla. Cada nota va sonando más fuerte. ¿De dónde procederán? ¿Quién tocará a estas horas de la noche? Salgo de la cama sigilosamente, y Darío seguía durmiendo. Abro el picaporte de la puerta, cautelosamente, y la cierro igualmente. La melodía viene de abajo. Tengo que bajar las escaleras, pero es que está todo completamente oscuro, y cada objeto de la casa hacen sombras muy raras, que hacen pensar que son criaturas malignas. 
-¡Mierda!-grité susurrando-Me he dejado el móvil en el cuarto.
Voy bajando las escaleras, y cada vez oigo más el sonido del piano. Llego al pasillo, pero... sólo hay dos habitaciones en este pasillo, y el sonido del piano proviene de aquí. Estas dos habitaciones, es el cuarto de estar, y el departamento de limpieza de Arthur. Doy un paso, y daba la casualidad que hice mucho ruido al pisar y de repente el piano dejó de sonar. Me empezó a dar miedo. ¿De dónde habría probenido el sonido? Al cabo de unos minutos, el piano empezó a tocar otra melodía, que también la escuché en mi infancia. Pero... esa canción la compusimos mi abuela y yo na da más. Es imposible que la estén tocando alguien. Sólo sabíamos la existencia de esa canción mi abuela Eladia y yo. Y es imposible que la esté tocando ella, porque ella murió hace unos dos años. Una pérdida que no superé hasta los 6 meses. ¿Quién la estará tocando? Rayada, me apoyo sobre una estantería, que en él había un florero y una linterna.
-¡Una linterna! Mi solución.
Enciendo la linterna, y alumbro todo el pasillo. La melodía sigue sonando. 
-Quién sea, quién la toque, la toca genial e igual que mi abuela.
Sigo despacio hacia delante, intentando no hacer ruido, pero en ese momento juraría, que se podía oír hasta mi respiración. Se me iba a salir el corazón por la boca. De pronto veo una alfombra larga, roja y de terciopelo. 
-Que raro-pensé. 
El sonido del piano le tenía encima de mí, y sonaba muy cerca de mí, pero allí ya no había habitaciones.